En la noche venidera, el martillo se oye, resuena,
la música no tiene final.
Purgada del mal, la voz del ayer, resuena;
lágrimas secas, paraíso invernal.
Las oscuras entrañas del porvenir, susurran;
mis ojos se empañan de sangre.
Ciega, sorda, solitaria alma, susurra;
andante entre las sombras del día invernal.
Guíame, toma mi mano, pues conoces el final.
Mira, escucha, solitario Espíritu, por mí,
resuena tu canto sobre el mar.
Susurra...
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